http://dx.doi.org/10.18593/r.v40i0.9204

CIENTÍFICOS Y POLÍTICOS II: LA CRISIS DE LA MEDIA VIDA ACADÉMICA

SCIENTIFIC AND POLITICAL II: THE ACADEMIC MID LIFE CRISES

Jaime Moreles Vázquez*

Profesor-Investigador de Tiempo Completo. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), nivel 1, del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT). Integrante de la Red de Investigadores y Cuerpos Académicos en Filosofía, Teoría y Campo de la Educación (REDICA) y de la Red Latinoamericana de Estudios Epistemológicos en Política Educativa (RELEPE). Coordinación y participación en proyectos de investigación con financiamiento nacional e internacional

Resumen: En el presente documento se discuten algunas conjeturas para la explicación y comprensión de la relación entra investigación y política, particularmente en la participación de investigadores en cargos directivos dentro y fuera del ámbito académico. En un trabajo previo, ese tipo de alternancia o expansión de roles se había explicado otorgando peso a las cuestiones de reputación y experticia científica, la oportunidad con que se establecen los nexos entre investigadores y funcionarios, e incluso a la sincronía entre la emergencia y pertinencia de temas para la agenda pública con el trabajo de algún académico. Ese tipo de fenómeno no sólo se explicaría por las razones mencionadas, pues los académicos buscan otros horizontes fuera del ámbito científico por encontrarse en una etapa de transición o crisis, según se le interprete, que ocurre alrededor de la media vida académica. Esta etapa de la trayectoria laboral es similar a la crisis de la media vida que, de acuerdo con el mito occidental, le ocurre principalmente a los hombres.

Palabras clave: Investigadores. Crisis de la media vida. Prácticas científicas. Uso político.

Abstract: This paper discusses about research and decision-making relationship, particularly in researchers’ participation in governmental agencies as advisers or decision makers. In a preview study, this issue was explained from disciplinary and epistemic arguments: scientific reputation, expertise and timing. Timing is the synchrony between scientific work and issues in political agenda. Certainly, this issue implies other explanations; a progressive example is academic mid life crises. This crises occurs in some moments of careers, and is similar to occidental myth about mid life crises in the man mainly.

Keywords: Researchers. Mid life crises. Scientific practices. Political use.

1 INTRODUCCIÓN

The thing is, Butch, right now, you’ve got ability. But painful as it may be, ability don’t last. And your days are just about over. Now, that’s a hard mother… fact of life… See, this business is filled to the brim with unrealistic mother… Mother… who thought their a… would age like wine. If you mean it turns to vinegar, it does. If you mean it gets better with age, it don’t… You came close, but you never made it, and if you were gonna make it, you would have made it before now.

(Marsellus Wallace, Pulp Fiction, 1994)

En el presente trabajo se exponen algunos argumentos para entender la participación de investigadores en cargos directivos dentro y fuera del ámbito académico, en la asesoría a funcionarios o trabajando ellos mismos como funcionarios públicos. Se asume que este tipo de relaciones concretan la modalidad del uso político de la investigación, pues quienes participan en los círculos de poder, de alguna manera legitiman las iniciativas y decisiones políticas de los gobiernos turno.

En un trabajo previo (VÁZQUEZ, 2010, 2009), ese tipo de participación se había explicado otorgando mayor peso a las cuestiones de experticia y reputación científicas de los investigadores, y menor peso a la oportunidad con que éstos establecen nexos con funcionarios, e incluso a la sincronía entre la emergencia de temas para la agenda pública y la divulgación del trabajo académico.

Aunque esas cuestiones son relevantes, y desde luego forman parte de los elementos explicativos de este tipo de relaciones, la participación de investigadores en la asesoría a funcionarios o ellos mismos desempeñando ese tipo de cargos, se explicaría también mediante cuestiones no sólo atribuibles al ámbito académico o científico, como lo son asuntos de índole personal y social. Una de éstas de deriva de una fase de la trayectoria laboral en la que los académicos atraviesan etapas de transición o crisis, y que acontecen alrededor de la media vida.

Se trata de un período en el que los académicos cuestionan su propia trayectoria laboral, inclusive con intenciones de cambiar de área o especialidad, o hasta abandonarla dedicándose a otro tipo de funciones que implicarían cargos en la administración pública, como los que se han referido. La búsqueda de este tipo de horizontes también ocurriría porque la reputación y el reconocimiento alcanzados en el mundo académico no les satisface o les son insuficientes, debido al desbalance existente entre lo que han invertido en su trayectoria y sus actuales logros y expectativas.

Tales planteamientos se complementan con información obtenida mediante entrevistas a investigadores de diferentes países con quienes el autor coincidió en eventos académicos entre 2011 y 2014, así como mediante el correo electrónico. Se trata de investigadores que poseen una trayectoria académica de al menos 15 años, y cuya edad al momento de la entrevista era mayor a los 45 años. Es preciso mencionar que no se entrevistaron investigadoras, no obstante que algunos estudios muestran que no hay diferencias entre los sexos en esta cuestión de la crisis de la media vida (WETHINGTON, 2000).

2 UNA NOTA SOBRE LA SAGA “CIENTÍFICOS Y POLÍTICOS”

El presente documento es la segunda parte de un proyecto personal de quien escribe. El proyecto comenzó con un hallazgo hasta cierto punto imprevisto en una investigación realizada entre 2005 y 2008 sobre la relación entre la investigación y la política. El hallazgo consistía en el papel decisivo que jugaron los investigadores para darle forma, así como para fomentar u obstruir tal relación, influyendo en los temas de la agenda política y en la toma de decisiones de algunas iniciativas educacionales de las últimas décadas del siglo pasado en México. A partir de ese hallazgo se realizó un trabajo en el que se relatan las experiencias de algunos investigadores educativos mexicanos en su paso por ese tipo de cargos en la administración pública (VÁZQUEZ, 2010).

El proyecto implica la escritura de una saga en tres episodios acerca de la relación investigación-políticas-prácticas educativas, cuya primera parte es el reporte de 2010 que ya se citó. El propósito es que en las tres partes se observe una progresión en la comprensión del fenómeno de la investigación y la política, y de la relación entre investigadores y funcionarios y otros usuarios potenciales de la investigación. Por tanto, en su conjunto la saga mostraría la complejidad de la utilización de la investigación educativa, y a la vez plantearía rasgos de la relación entre investigadores y funcionarios, y entre investigadores y otros profesionales de la educación. En ese sentido, el proyecto se inscribe en el marco de los estudios del uso de la investigación.

El episodio II de la saga es el presente trabajo, busca explicar la participación de investigadores en cargos directivos o como asesores de funcionarios, o desempeñándose ellos mismos como funcionarios públicos, desde la crisis de la media vida académica. El episodio III aún es parte de la agenda. No está de más mencionar que para otorgar cierta identidad a la saga, la segunda y la tercera parte toman prestada una parte del título de una de las obras de Max Weber, El político y el científico (2004).

3 LA CRISIS DE LA MEDIA VIDA

De acuerdo con lo que se ha planteado, valía la pena explorar otro tipo de argumentos para la comprensión de la relación entre investigación y política, pues es evidente que el interés de los sujetos por participar en ámbitos más allá del académico o científico, implicaría cuestiones de índole personal y social, por lo que la crisis de la media vida que aquí se propone, podría constituirse como una herramienta analítica fecunda. De hecho, en una buena parte de las trayectorias laborales existe una fase que puede denominarse como crisis (SULLIVAN; BARUCH, 2009), por lo que las trayectorias académicas y científicas no podrían ser la excepción.

Como ocurre con los términos de juventud, madurez y senectud, la media vida es un concepto ambiguo, polisémico y elástico (LEVINSON, 1986). Sin embargo, posee más connotaciones negativas que positivas, pues implica estar a mitad del camino o ser ubicado en la medianía (BALDWIN; LUNCEFORD; VANDERLINDEN, 2005). Algunos estudios muestran que hay quienes asumen esta etapa de la vida como un don, criticando a los que usan la crisis como justificación de ciertas acciones, o para no tomar responsabilidades que corresponden con esa edad (WETHINGTON, 2000).

Los estudios sobre esta etapa vital son relativamente recientes, pues datan de los 50 del siglo pasado. Aunque ha sido catalogada como un mito, se trata de un asunto de interés para diversas disciplinas, no obstante que los estudios pioneros hayan encontrado pocos cambios significativos en la personalidad durante esa etapa (BRIM, 1982), o que los resultados de estudios más recientes muestren que se trata de un evento aislado (BALDWIN; LUNCEFORD; VANDERLINDEN, 2005; WETHINGTON, 2000).

Quizás por esas razones, en el estudio de las trayectorias laborales y de vida han recibido mayor atención las fases iniciales y finales. Igual ha pasado con los programas y políticas institucionales de las diferentes empresas e instituciones (SULLIVAN; BARUCH, 2009), por lo que se augura que los sujetos que se encuentran en la media vida académica están un tanto olvidados. En el ámbito universitario también representa la etapa de la vida menos investigada y menos atendida por los programas y las políticas institucionales correspondientes, pues en las universidades se ha hecho énfasis en el inicio y culminación de las carreras académicas (MIDMAC, 2003, apud BALDWIN; LUNCEFORD; VANDERLINDEN, 2005; ROSS, 2015; WILSON, 2012).

En la bibliografía no hay consenso acerca de la ubicación cronológica o la temporalidad de la media vida. Para algunas referencias, ésta se ubica entre los 30 y 60 años, mientras que para otras se observa en un período más corto entre los 40 y los 65 años (BRIM, 2001; HALL, 1986; WILLIAMS; FOX, 1995 apud BALDWIN et al., 2005), y otros la dividen en etapas, temprana, media y tardía (LEVINSON, 1986).

En el ámbito académico pasa algo similar, pues la media vida puede establecerse desde la fecha de inicio de la trayectoria y por el número de años de enseñanza, entre 12 y 20 años, reservando otros períodos a las fases iniciales y finales de la trayectoria, seis o menos y 25 años o más, respectivamente (BALDWIN; LUNCEFORD; VANDERLINDEN, 2005).

Con base en estos planteamientos, no parece tan relevante establecer un espacio cronológico, sino que es más importante reconocer la concatenación de factores y eventos que distinguen a este período vital y de la trayectoria profesional. La media vida suele ser una de las etapas con más turning points, de acuerdo con Wethington (2000), y una de las fases con mayores desafíos personales, familiares y laborales, que implican por ejemplo cambios en el sistema endócrino, declive de la testosterona, el cortisol y la secreción de andrógenos, que están asociados a la disminución del estrés (BRIM, 1982; LEVINSON, 1986). También hay una evidente disminución de las capacidades físicas.

Según el mito occidental, los individuos que viven esta etapa como crisis buscan incentivos que de alguna forma atenúen ese tipo de pérdidas, se enfrascan en actividades temerarias, conducir motocicletas o autos deportivos, practicar deportes extremos, e incluso buscar relaciones con personas más jóvenes.

En el ámbito social y familiar, los eventos comprenden el deterioro o pérdida del empleo, la enfermedad propia o de los padres, la adolescencia de los hijos o su partida del hogar, el divorcio, entre otros. Se trata de una etapa de escepticismo abierto y de reevaluación de la vida que implica cambios en la forma de comprenderla, pues hay una conciencia diferente sobre el paso del tiempo, el acortamiento del futuro y la conciencia de la muerte. Entre otros factores, es la manera de comprender el tiempo y la consciencia de la muerte lo que lleva a los individuos a hacer el balance acerca de sus logros y expectativas, y a reflexionar sobre su legado (BALDWIN; LUNCEFORD; VANDERLINDEN, 2005; WETHINGTON, 2000).

Como resultados de esos períodos de evaluación, es frecuente que los individuos encuentren una brecha entre sus aspiraciones, expectativas y logros, por lo que asociarían estos eventos a la vivencia de la etapa como crisis o como transición. La evaluación de lo que se ha hecho en la vida, lo que falta, y la brecha entre ambas, lleva a sopesar las energías que aún se poseen, tornándose así en una fase crítica porque los sujetos ya no se convencen fácilmente de que cualquier situación es temporal.

Esto llevaría al estancamiento o a la generatividad, según algunos teóricos (ERIKSON apud LEVINSON, 1986), ya que cuando los cambios son interpretados como pérdidas, existe mayor proclividad al estrés y a la crisis. En sentido inverso, cuando la etapa se asume como una transición hacia el crecimiento, los cambios se interpretan como desafíos y como aspectos inherentes de la propia vida (BRIM, 1982). Tal polarización se establece con propósitos analíticos.

Los cuestionamientos que hacen de la media vida una etapa de reflexión, no sólo son normales sino que son indispensables para las trayectorias personales, familiares y profesionales (SMART; PETERSON, 1997 apud BALDWIN; LUNCEFORD; VANDERLINDEN, 2005). Esos períodos combinan momentos de estabilidad y valoración de logros, con fases de inestabilidad y atenuación de expectativas y aspiraciones; son altamente significativos para los sujetos porque se cifran en los componentes más sólidos de las estructuras vitales, familia-matrimonio y trabajo u ocupación laboral, debido a que los sujetos han invertido mucho en ellos, al grado de ser los pilares más importantes de sus vidas y los más difíciles de modificar (LEVINSON, 1986).

De acuerdo con estos planteamientos, en el presente trabajo se asume la crisis de la media vida como una herramienta conceptual y analítica que puede ayudar a la comprensión de la relación entre investigación y política, y de la explicación de la participación de investigadores como funcionarios o como asesores de funcionarios en algunas instituciones públicas y dependencias gubernamentales.

4 LA CRISIS DE LA MEDIA VIDA ACADÉMICA

En la carrera académica la etapas de transición y crisis también ocurren. Por las razones expuestas antes, en este trabajo se hace alusión a las que acontecen en la media vida académica. Desde luego, esto no quiere decir que las fases iniciales y finales sean menos relevantes, ni que estén exentas de este tipo de períodos de reflexión, cuestionamiento y de cambios físicos, sociales y personales.

Según Wilson (2015), los profesores son canarios en minas de carbón, pues alertan de la falta de oxígeno y advierten acerca de los problemas de la dinámica de las instituciones académicas. También se debe tener en cuenta que se trata de una de las actividades profesionales más proclives al desánimo y al cansancio emocional.

Como se anticipó, los sujetos que se encuentran en la media vida laboral no son el foco de políticas y programas institucionales, pues, para bien o para mal, éstas se dirigen a quienes están por retirarse o a los recién ingresados a la carrera académica. Por ende, quienes están en esta fase vuelan fuera del radar institucional e incluso fuera del foco de la investigación correspondiente.

La etapa de la media vida laboral se representa como una meseta, pues ya pasó el cuesta arriba para conseguir el puesto, y aún está lejos el cuesta abajo que implica el retiro. En ese sentido, en esta fase puede comenzar el período de descompromiso, justo cuando los sujetos han obtenido cierta estabilidad laboral, así como pleno dominio de las actividades que realizan (BALDWIN; LUNCEFORD; VANDERLINDEN, 2005).

Además, representa una de las etapas de mayor insatisfacción laboral, ya que las actividades no resultarían lo suficientemente estimulantes y sus resultados tampoco serían tan satisfactorios; en el extremo, estas tareas parecerían condenadas a la rutina. Por eso es una etapa proclive a la crisis, pues para que ocurra toda crisis requiere ciertas condiciones de estabilidad laboral (LOWENTHAL et al 1973 apud BRIM, 1982).

La media vida académica es una fase marcada por los cuestionamientos sobre la trayectoria, en la que los sujetos reflexionan si la carrera que poseen corresponden con lo que creen merecer o con lo que se habían propuesto inicialmente. Del mismo modo, valoran si están satisfechos con la reputación y reconocimiento alcanzados, y si poseen buenas perspectivas laborales, pues son ahora más conscientes de la brecha entre los logros, expectativas y aspiraciones profesionales, así como de las posibilidades de reducirla. El hecho es que casi nunca los beneficios corresponden con los costos o con lo que los sujetos han invertido (TSUTSUMI; KAWAKAMI, 2004).

Como ocurre con la media vida, la media vida académica se significaría por los eventos y factores que se concatenan, y no tanto por etapas que pueden definirse cronológicamente como la edad de los investigadores, la antigüedad en la institución a la que pertenecen, el tiempo dedicado a una línea o tema de investigación, o los años de vigencia o caducidad de los temas de investigación.

Esto no quiere decir que estas cuestiones no sean relevantes para las trayectorias académicas, ya que el tiempo sí es un factor determinante. Aunque hay evidencias contrapuestas, hay áreas en las que la edad de los investigadores no parece estar asociada con su productividad y otras en las que esto sí ocurre; productividad entendida como la publicación de resultados de investigación mediante artículos de revista, capítulos de libro y libros. En ese sentido, en algunas disciplinas la mayoría de las publicaciones son hechas por investigadores mayores de más de 40 años, y en otras áreas son los investigadores jóvenes quienes dominan el campo (BECHER, 2001).

Como en las demás trayectorias laborales, en la media vida académica resulta crucial el reconocimiento de los otros. La falta de éste o el hecho de que no represente lo que se espera o se buscaba en esta etapa laboral, aunado a la pérdida de habilidades y a la rutina que distingue a la meseta laboral, puede traer distintas consecuencias o resultados. La media vida académica puede ser la etapa más productiva y estable de la trayectoria laboral (BALDWIN; LUNCEFORD; VANDERLINDEN, 2005), pero las actividades en que se cifra pueden ser tan extenuantes como improductivas e insatisfactorias.

Tales consecuencias pueden orillar a los sujetos a cambios de diferente tipo; algunos de esos cambios son más complejos y más radicales que otros. Éstos pueden implicar mutaciones en la priorización de intereses y actividades, o cambios de área o especialidad; estas modificaciones se dan sin necesidad de que los sujetos abandonen el ámbito académico. Otro tipo de cambios implican el abandono de la carrera académica, escapándose a la administración (BECHER, 2001), no obstante que los expertos que participan en los gobiernos siempre mantengan un pie en la academia.

El cambio en la priorización de actividades podría contemplar al menos dos versiones, una en la que las tareas de investigación se ven sustituidas por labores de docencia, administración o gestión, y otra en las que las tareas de investigación siguen siendo prioritarias pero implican un cambio de área o una modificación en el tipo de trabajos realizados.

Las causas o razones implicadas en estas mutaciones pueden ser la falta de innovación en el campo científico, un ethos o vocación científica no muy bien cimentada, la inversión que se ha hecho en la trayectoria, la brecha entre aspiraciones, expectativas y logros, reconocimiento y reputación incluidos, y hasta una compleja combinación de estos elementos o factores o de algunos de ellos.

La desatención a las actividades de investigación es uno de los distintivos de la media vida académica. En esta etapa se sustituyen esas tareas por actividades de docencia y de cargos menores de gestión. Esto desde luego lleva al atraso de la agenda científica, pues los investigadores a menudo se quejan de que no pueden actualizarse ni estar al corriente de su campo o disciplina, y atribuyen la baja productividad a las crecientes responsabilidades administrativas (BECHER, 2001; KARPIAK, 1996; SHINN, 2007). En este período también aumentan las horas de trabajo fuera de la institución de pertenencia y fuera de la jornada de laboral (BALDWIN; LUNCEFORD; VANDERLINDEN, 2005).

No es aventurado augurar que estos cambios conllevan cierta insatisfacción laboral, que aunada a la rutinización de actividades y a la no obtención de la reputación y del reconocimiento requeridos, podría generar la atenuación de la vocación y del ethos científico. Más todavía cuando éste no representa un componente sólido de la estructura vital académica, por lo que puede ser modificado o sustituido por otros intereses y aspiraciones. Estructura vital en el sentido propuesto por Levinson (1986) y cuyos componentes primordiales eran la familia y el trabajo, según se planteó antes. En el caso de la estructura vital académica, el componente central sería el ethos científico, y que constituye la concepción de sí mismo como profesional de determinado campo.

La desatención a las actividades de investigación, y de docencia incluso, también podrían plantearse como muestra del proceso de descompromiso con la trayectoria laboral, y como uno de los efectos de la crisis de la media vida académica. En el extremo, esta versión de la crisis y del descompromiso llevaría a los sujetos a dar el mínimo esfuerzo en las tareas que les corresponden, cumpliendo apenas con los criterios que les permitan permanecer en el puesto. En el ámbito científico, esto ocurre principalmente en la áreas de la ciencia que no son tan competitivas, blandas y periféricas (BECHER, 2001), o en contextos en donde esas actividades profesionales se asumen como empleos secundarios o como complemento para otras actividades laborales (KUZMINOV, 2012).

La otra versión de la priorización de actividades de investigación consiste en la modificación del tipo de tareas y trabajos que se realizan. Un cambio que se observa en las mismas prácticas científicas y, aunque las modificaciones no parecen importantes, sí son significativas. Por ejemplo, los investigadores dejan de ir al campo o de trabajar en el laboratorio, hacen más trabajos teóricos o de síntesis de investigaciones, o bien, delegan a subordinados y asistentes tareas que en el pasado no compartían con sus allegados y que incluso les apasionaban pues le daban sentido a su trayectoria.

Estos procesos implicarían otra de las variaciones de la crisis de la media vida académica, y que consiste en un cambio más notorio en el concepto de sí mismo como investigador. En la bibliografía esta diferenciación siempre ha resultado muy sugerente, ser investigador en lugar de hacer investigación, ser científico sin que implique necesariamente involucrarse en las tareas que constituyen el oficio (BECHER, 2001; SHINN, 2007). Personas que “[...]desean ser científicos, o seguir siéndolo, más que hacer ciencia en un sentido genuino” (BECHER, 2001, p. 160).

N: “Pienso que es un buen punto. En mi país puedes observar el mismo fenómeno, los investigadores entrando al campo de la política porque en sus actividades hay poca innovación, o carecen de nuevas e ideas, incluso de inspiración.”

R: “No lo afirmaría como una hipótesis de carácter general, pese a que conozco casos que se ajustan a ella… no obstante contar con un doctorado, si no se avizoran buenas perspectivas para una carrera académica, la universidad no te ofrece un contexto suficientemente propicio… y quizás tampoco tienes suficiente vocación.”

El cambio de área o especialidad y la priorización de actividades pueden ser muy interesantes para el debate. En este trabajo importa también llamar la atención sobre el cambio de roles más radical, es decir, el hecho de que los académicos se escapen a la administración (BECHER, 2001), particularmente a cargos de la administración pública como funcionarios o como asesores de funcionarios. En la bibliografía correspondiente se le ha denominado alternancia o expansión de roles (KLEMPERER; THEISENS; KAISER, 2003), desempeño de roles híbridos (BEN-DAVID apud BECHER, 2001) y hasta cooptación (MERTON, 2002).

Las causas pueden ser las mismas que inciden en las otras modificaciones, pérdida de la capacidad de innovación, decremento de las actividades de investigación, la rutina que implica la meseta, entre otras. No obstante, en este tipo de cambios podrían incluirse motivos que se relacionan con la búsqueda de otro tipo de reconocimiento, la tentación mesiánica (MEDAWAR, 2001) y el gusto por el poder o por la capacidad de influencia en las actividades científicas y políticas (MERTON, 2002; SHINN, 2007).

En estas aspiraciones también contribuiría el hecho de la pérdida o devaluación de estatus que sufren los sujetos al incorporarse al trabajo académico, pues una buena parte de ellos posee antecedentes que los ubican en las élites de los grupos sociales de referencia, o bien, que al menos habrían sido parte de la élite escolar en cada uno de sus procesos de formación. El desazón de haber sido élite y no tener más que el reconocimiento académico de pares y estudiantes, y a veces ni eso.

Se trata de la versión más extrema del cambio en esta etapa de la vida académica, y de la modificación del concepto de sí mismo, pues implica una mutación de roles y no la atenuación o cambio de ciertas actividades, como ocurría en los casos discutidos previamente. Implica abandonar los roles científicos, ‘escaparse a la política’ haciendo de funcionario público o de asesor de funcionarios en las dependencias gubernamentales, en instituciones públicas o en asociaciones académicas y científicas de alcance nacional e internacional.

La participación de investigadores o académicos en este tipo de cargos pareciera acarrear más pérdidas que ganancias para la trayectoria científica, pues quienes migran a la política ven interrumpida o al menos postergada su agenda de investigación, además de recibir cierto recelo de los colegas que permanecen en el mundo científico (UHEREK, 2004; VÁZQUEZ, 2010).

I: “Depende de la trayectoria del investigador. Es improbable que un investigador que ha invertido una gran cantidad de recursos materiales, invertido capital simbólico, académico, formado recursos humanos de alta calidad, abandone este lugar para convertirse en burócrata de la ciencia o acceder a algún puesto de poder efímero. Los casos que podrían observarse están dados por personas que no se involucraron en el trabajo científico y/o que desde jóvenes aspiraban a tener cargo de poder. En ciencias sociales por la calidad de la tarea y por el desarrollo y consolidación de la disciplina es probable encontrar más casos. En mi experiencia la gente que asumió cargos de asesor o algún puesto menor fue porque tenía una carrera pobre como investigador y/o un trabajo académico poco consolidado.”

O: “Algunas personas no pueden responder a las exigencias de una carrera científica, ritmo de investigación y publicaciones, y prefieren optar por carreras de gestión académica, jefes, coordinadores, etc. Otros deciden que optar por ese tipo de cargos es una vía para cambiar las estructuras y la política; otros optan bajo la consigna de que alguien lo tiene que hacer y a todos nos debe tocar; son pocos los que combinan gestión académica con carrera de investigador porque son actividades que se van disociando. Yo en lo personal, asumí un cargo durante varios años… me prometí que será la primera y la última vez, porque en realidad absorbe mucho tiempo y en esos niveles la capacidad de decisión y de acción es muy reducida.”

En ese sentido, los motivos para este tipo de cambios deben ser muy poderosos, pues alejan a los sujetos de la investigación activa (BECHER, 2001). Cuando renuncian a una carrera de investigación, lo hacen por un puesto administrativo importante, o que al menos es más importante para ellos al compensar la brecha entre lo que han invertido en su trayectoria académica y los logros que han alcanzado con base en sus contribuciones en algún campo.

Como sea, este tipo de mutaciones coinciden con la investigación más reciente, que indica que estos sujetos se enrolan en actividades administrativas que pueden ser menos demandantes que la investigación, aunque quizás de mucho mayor poder, reconocimiento e influencia. En esa dirección, a diferencia de lo que ocurre con los cambios de un área académica a otra, en donde las barreras para entrar a la nueva son más fuertes que las razones para abandonar la actual (BECHER, 2001), en los cambios de la academia a la política pasaría lo opuesto, pues las barreras podrían ser menos fuertes que los intereses que llevan a los académicos a esos cargos.

Para ese tipo de cambios bastaría una suerte de padrinazgo, o un nexo interpersonal con alguien del grupo en el poder. Además, el escape a la administración implica prestaciones y beneficios mayores que los que un académico tiene en una universidad o centro de investigación, una nómina alta por ejemplo, y en ocasiones sin necesidad de renunciar a la institución de procedencia. Otro de los beneficios estriba en que los académicos que participan en este tipo de cargos son casi inmunes al costo político relacionado, pues una buena parte de ellos son invisibles y casi nunca son elegidos democráticamente (COLOMER, 2015).

De acuerdo con Peters (2008), quienes se van a la administración o a la política no necesariamente son los más reconocidos por sus pares o los de mayor reputación científica, sino aquellos individuos a quienes les atrae el tumultuoso mundo de la política y buscan extender su reputación más allá del ámbito científico, procurándose un reconocimiento social más amplio, o que al menos vaya más allá del cubículo y la institución a la que se encuentran adscritos. Aquellos que son seducidos por la tentación mesiánica (MEDAWAR, 2001).

5 LA PARTICIPACIÓN DE INVESTIGADORES EN ESOS CARGOS CONCRETA EL USO POLÍTICO DE LA INVESTIGACIÓN

En la relación entre la investigación y la política, o en el estudio del uso de la investigación, los procesos de intermediación resultan muy relevantes para que la investigación pueda tener algún tipo de influencia más allá del ámbito científico (CARDEN, 2004). La alternancia o expansión de roles suele ser uno de los vínculos más recurrentes en esa relación (KLEMPERER; THEISENS; KAISER, 2003); ésta consiste en la participación de investigadores en cargos directivos en los que se toman decisiones políticas; tales cargos pueden ser en las instituciones en donde se encuentran adscritos, o bien, en asociaciones nacionales y hasta en dependencias gubernamentales.

Desde luego, no se está hablando de influencia de la investigación, o de que esto ocurrirá por el simple hecho de que participen académicos en los grupos donde se toman las decisiones. Los elementos relacionados con las posibilidades de influencia son muy variados y complejos, y la participación de investigadores apenas representa uno de ellos.

Aunque se trata de un asunto vigente en diversas disciplinas, existen pocos estudios o investigaciones sobre la relación entre investigadores y tomadores de decisiones (Saunders, 2007). Tampoco hay certidumbre acerca de la efectividad de tales vínculos, e incluso se ha denunciado cierta forma de cooptación, puesto que la incorporación de académicos a este tipo de cargos cumpliría funciones de legitimación de los grupos en el poder, y de las políticas y programas echadas a andar.

La participación de académicos o investigadores en la toma de decisiones políticas, sea como funcionarios o como asesores de funcionarios, concretaría una forma de uso político. El uso político consiste en utilizar la investigación para legitimar políticas, o para simular que las iniciativas están fundamentadas en la investigación científica (VÁZQUEZ, 2011; MOSS; HUXFORD, 2007).

Como se apuntó, el interés por este tema surgió en un estudio más amplio sobre la participación de investigadores en cargos directivos en asociaciones y organizaciones nacionales, y como asesores de funcionarios públicos o ellos mismos desempeñándose como en esos puestos. Según Maldonado (2011), en aquel estudio para la interpretación de ese tipo de nexos quien escribe asumió un rol un tanto diplomático, explicando esa participación a partir de cuestiones primordialmente epistémicas o disciplinarias como la experticia y la reputación científicas, en demérito de aspectos de índole personal y social, como los nexos informales entre investigadores y funcionarios públicos, así como la cualidad de algunos académicos de aprovechar oportunidades para vincular su trabajo con la agenda de los grupos en el poder o con funcionarios precisos; a esta última explicación se le denominó oportunidad o timing (VÁZQUEZ, 2010, 2009).

Aunque en la explicación asumida en aquel reporte la oportunidad y los nexos informales iban más allá de los criterios disciplinarios o epistémicos, su peso en la explicación era secundario. Este tipo de elementos o factores suelen ser muy relevantes para casi cualquier carrera profesional, y particularmente para la carrera política. Por consiguiente, pueden tener igual o mayo peso en las explicaciones sobre el fenómeno en cuestión, debido a que la actividad científica representa una práctica social y una profesión como cualquier otra; incluso puede tipificarse como otra forma de hacer política.

Justamente ésta es una de las principales críticas a los estudios del uso de la investigación científica y a las estrategias que se proponen para vincular el conocimiento científico con las políticas y prácticas educativas, centrarse en criterios exclusivamente académicos, o en explicaciones epistémicas o disciplinarias (EDWARDS, 2012; FENWICK; FERREL, 2012; LEVIN; COOPER, 2012). Desde estas perspectivas se aleja a la ciencia o a la actividad científica de la vida cotidiana, así como de las dimensiones personales y culturales sol las que terminan definiéndola.

La naturaleza de la investigación educativa es proclive a estas cuestiones debido a que se trata de una actividad comprometida políticamente; por esa razón la vinculación con prácticas y políticas se observa como algo deseable. Se trata de una actividad científica comprometida, de acuerdo con algunas referencias (FLYVBERJ, 2001 apud EDWARDS, 2012; LATAPÍ, 1994). Debido a estas cualidades, la investigación educativa no se encuentra aislada de los procesos sociales ni es inmune a las demandas políticas. Y los investigadores tampoco. A esto obedece también la fecundidad y progresividad de la media vida académica como herramienta explicativa.

6 CONCLUSIONES O AGENDA DE DISCUSIÓN

¿Existe la crisis de la media vida académica? ¿La transición o crisis podría explicar el interés de los investigadores por asumir cargos que reciben mayor reconocimiento social y político? ¿Por qué unos académicos aceptan participar y otros no? ¿Es un asunto de reconocimiento social? ¿Es una cuestión de tiempo o de la edad? ¿Es la estabilidad laboral y de la trayectoria de investigación la que lleva a la crisis?

La media vida académica es una etapa significativa, pues además de los eventos familiares y sociales, en la trayectoria laboral se agregarían la vivencia de la meseta, la insatisfacción con las actividades y el reconocimiento recibido, entre otras. En la insuficiencia o ausencia del reconocimiento interviene en los cuestionamientos que los académicos hacen de sus propósitos y metas profesionales, sobre los logros alcanzados y acerca de las posibilidades de colmar sus aspiraciones en lo que resta de su trayectoria.

La vivencia de la crisis podría derivar en cambios como los que aquí se han señalado. Además de la falta de reconocimiento, este tipo de modificaciones en la trayectoria laboral estarían marcadas por la falta de innovación en la trayectoria científica, el reordenamiento de prioridades y la solidez del ethos científico.

Resulta interesante indagar qué es lo que lleva a los académicos a aventurarse en ese tipo de experiencias, que parecen restar y no sumar a su trayectoria científica. Y su participación legitima de alguna manera las iniciativas de los grupos en el poder. Su participación en esos cargos le da respaldo académico a las decisiones políticas.

Es posible que la crisis o transición de la media vida académica sea una de las causas de la participación de investigadores en cargos directivos, la experticia puesta al servicio de un tema-problema social (PETERS, 2008), que pareciera un paso casi natural para quienes se hacen expertos en un tema de la agenda pública.

La evidencia mostrada soporta algunos de esos planteamientos, pero deja varias conjeturas para la agenda de investigación. Aún falta profundizar en las trayectorias de investigadores la conjunción de los elementos que los llevan a buscar cargos directivos: el concepto de sí mismo como científico y sobre la reputación, la valoración personal y social de los puestos ocupados, el reconocimiento de los pares y el reconocimiento social, la crisis o la transición en la media vida académica.

Salvando las proporciones entre la tarea científica y el hacer poesía, El peatón de Jaime Sabines (1996) muestra esas cuestiones de manera más fehaciente:

Se dice, se rumora… alguien o algunos enterados, que Jaime Sabines es un gran poeta… O simplemente, pero realmente, un poeta.

Le llaga la noticia a Jaime y… se alegra… ¡Soy un gran poeta!...

Sale a la calle, o llega a la casa… Pero en la calle nadie, y en la casa menos: nadie se da cuenta de que es un poeta…”

REFERENCIAS

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Recebido em 07 de outubro de 2015.

Aceito em 12 de novembro de 2015.

Enderezo para correspondencia: Avenida Universidad 333, Las Víboras, 28040 Colima, COL, México; jamovaz@hotmail.com

Roteiro, Joaçaba, Edição Especial, p. 135-152. 2015